Opinión de Calígula, de Albert Camus, adaptada y dirigida por Mario Gas.


“Los hombres mueren y no son felices”


Sin duda, el director y los actores han conseguido lo que el autor pretende hacer con la obra: dar con el absurdo en la cara del espectador. Suelo desconfiar de las adaptaciones, no tengo nunca expectativas con ellas; pero pienso que esta se ha acoplado muy bien con Camus y con la propia obra.
Mario Gas afirma que no querían mostrar a un Calígula patológico y loco que le eximiera de su maldad, maldad que opera a conciencia desde la lucidez y el nihilismo. Y lo han conseguido.
Los personajes, especialmente Quereas, luchan contra el absurdo que ha impuesto Calígula. Y Calígula deja claro (además de haberlo ya avisado en el comienzo de la obra: "ellos viven en una mentira, y yo les haré ver la verdad") que él no ha impuesto el absurdo. El absurdo ya existía, el absurdo existencial que le lleva a esa angustia (palabra clave del movimiento del existencialismo) y esa desesperación. Y esas ganas de hacer ver la verdad y, sobre todo, esa desesperación, es lo que le lleva a convertirse él mismo en el absurdo, en el destino; llevando el sinsentido, la ausencia de razón y de porqués al extremo. E igual que Calígula representa el existencialismo, la angustia y el absurdo; Quereas representa el rechazo del absurdo por el deseo de una vida feliz. Porque igual que el absurdo lleva a la angustia existencial, la ignorancia lleva a la felicidad. Y ojo, Quereas no es un personaje estúpido, es de hecho el segundo personaje más inteligente de la obra, pero no puedes llevar una vida tranquila y feliz abrazando al absurdo.
Además, se ha jugado con el vestuario. Camus dejó claro que Calígula no debía representarse con togas romanas, y que podía estar encuadrada en cualquier contexto histórico excepto el del Imperio Romano. Los personajes visten fracs predominando el color blanco especialmente al principio de la obra. En un comienzo, todos los personajes (excepto Helicón) aparecen vestidos de blanco. El propio Calígula viste de blanco en su primera aparición, que es precisamente el momento clave en el que empieza a abrazar al absurdo. A partir de ahí, no vuelve a salir nunca más entero de blanco. Helicón, que es el primero en aceptar a Calígula, es el que viste de negro desde el principio. Cesonia, que tampoco tarda en ponerse del lado de Calígula, cambia el blanco por el negro completamente hasta el final de la obra. Escipión, al que le cuesta llegar a entender a Calígula (del que está enamorado), acaba añadiendo el negro a su vestuario sin perder el blanco del todo. Al final, todos los personajes añaden el negro a su vestuario excepto Quereas, que permanece de blanco hasta el final, por ser precisamente la representación del rechazo del absurdo.
La verdad es que los actores me han parecido de diez, pero hago especial mención a Pablo Derqui por saber representar la angustia del propio Calígula y transmitirla tan bien y con tanta fuerza. En Calígula se muestra perfectamente la primera etapa de Camus: el absurdo, la rebeldía, la contradicción. La obra va retorciéndose cruelmente e in crescendo hasta llegar al clímax, momento en el que Calígula grita herido de muerte “¡Todavía estoy vivo!”, un último estertor que simboliza la existencia latente del germen del mal entre los hombres. Una obra y un final que te emocionan, y que te dejan el sabor amargo de la angustia en la boca.
Os recomiendo encarecidamente leer la obra y, si os surge la oportunidad, verla representada.




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